+ Mons. D. Ángel Fernández Collado
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19 de marzo de 2022
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]E[/fusion_dropcap]n medio de la Cuaresma celebramos la solemnidad de San José, esposo de la Virgen María, y el Día del Seminario. El lema que este año acompaña esta fiesta y celebración es: “Sacerdotes al servicio de una Iglesia en camino”.
El Día del Seminario es ocasión para que todas las comunidades cristianas demos gracias a Dios por las vocaciones sacerdotales y para que pidamos al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Nuestra Iglesia particular de Albacete los necesita. Pidámoslo en nuestras oraciones, confiadamente y seremos escuchados. «Pedid y se os dará», nos dice el Señor.
En esta fiesta, los sacerdotes estamos llamados a recordar nuestros años de formación en el Seminario, los cuales nos hicieron profundizar en el camino que habíamos iniciado al responder a la invitación del Señor a seguirle muy de cerca, a estar con Él y a ser enviados a evangelizar, bautizar, y revitalizar su Iglesia desde el amor. Años en los que la Iglesia nos cuidó y nos acompañó para que llegara a buen término en nosotros la obra que Dios mismo había empezado.
En esta Iglesia, siempre en camino, necesitamos servidores de la mesa, dispuestos con gran humildad a lavar los pies y a ser ungidos, para hacer presente a Cristo siervo y pastor, viviendo esta vocación con fidelidad y pasión.
Al celebrar el Día del Seminario, pongamos en valor la vocación recibida y agradezcamos las que descubrimos en los demás.
Contemplando la disponibilidad de San José para cumplir el plan de Dios, pidámosle especialmente por quienes están formándose en el Seminario, para que se dispongan a servir un día desde el ministerio sacerdotal al pueblo de Dios que sigue caminando siguiendo los pasos del Señor. Y pidamos su intercesión para que, como él, muchos jóvenes se dispongan a responder generosamente a la llamada de Dios.
La vocación de José lleva consigo el ponerse al frente de la familia de Nazaret y proteger tanto a María, su esposa, como a Jesús. Al aceptar la voluntad de Dios, en la Anunciación y en las palabras del ángel que habla en sueños a José, la fe de María se encuentra con la fe de José (Redemptoris custos, n. 4). El hogar de Nazaret se va a convertir en una comunidad donde brilla la confianza en Dios que cada uno de ellos ha manifestado. Una comunidad de vida y amor. La vida oculta de Nazaret, bajo la guía de José, Jesús aprendió a hacer la voluntad del Padre. Dicha voluntad se transformó en su alimento diario» (Jn 4,34)» (Patris corde, n.3). En ese ambiente crecerá Jesús y en un ambiente semejante es donde pueden surgir y crecer las vocaciones al sacerdocio. Hemos de construir comunidades cristianas donde la confianza en Dios y la búsqueda de su voluntad presidan todas nuestras actividades pastorales y celebraciones.
La comunidad cristiana parroquial, los grupos apostólicos de jóvenes en las parroquias y movimientos, y la familia cristiana, son lugares donde normalmente surgen vocaciones, donde se descubre la necesidad del servicio, donde se escucha la Palabra de Dios y se aplica a la propia vida. El Seminario está llamado a ser también un hogar como lo fue el de Nazaret, donde cada uno de los llamados se prepara y configura para la misión que la Iglesia le confiará, un ámbito donde se crezca en la intimidad con el Señor, en el diálogo sincero y abierto, en el trabajo cotidiano tanto del estudio como de las tareas de la casa, y en la oración personal y comunitaria.
Que San José acompañe nuestra vocación y que ésta esté marcada por el amor a Dios y el servicio humilde y generosos a los hermanos. Que María, nuestra Madre del cielo nos bendiga con vocaciones al sacerdocio y ella modele sus corazones para sean sacerdotes según el corazón de su Hijo y Señor nuestro, Jesucristo.
Ángel Fernández Collado
Obispo de Albacete