+ Mons. D. Ángel Fernández Collado
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20 de mayo de 2022
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]P[/fusion_dropcap]ROFESIÓN DE VOTOS PERPETUOS
La celebración que estamos viviendo es un acontecimiento de gracia. En primer lugar, para la persona que, movida por el amor al Señor, ha decidido entregarle totalmente su vida: la Hna. Nancy Verónica. Un acontecimiento de gracia también para la Congregación de las Hermanas Misioneras de la Caridad y la Providencia que se ve enriquecida con la incorporación definitiva a la vida comunitaria y apostólica de esta Hermana; para su Fundadora la Sierva de Dios Madre M0 Luisa Zancajo de la Mata, quién con gran espíritu misionero, enamorada de Cristo y llena de los Carismas del Espíritu, se instala en este Barrio de las Cuevas de Hellín (Albacete) y con sus hijas comienzan a vivir el carisma que había recibido del Señor como un gran regalo para la Iglesia. Ella desde el cielo intercede y protege su Instituto, sus obras y a todas las Hermanas. Y es un acontecimiento de gracia para toda la Iglesia, que crece y se edifica cuando los cristianos nos entregamos plenamente a nuestra misión, cada uno en su estado. Estamos convencidos de que toda historia de una vocación cristiana es una historia de gracia y de agradecimiento, de un don recibido y de una tarea de servicio encomendada.
Los sufrimientos de la Madre María Luisa desde una edad muy temprana, la enfermedad en las piernas que la ocasionaron muchas limitaciones físicas y las experiencias místicas y espirituales la fueron configurando con Jesucristo crucificado y resucitado. La oblación del sufrimiento unida al de Cristo en la Cruz, víctima de Amor, la devoción Eucarística como presencia viva de Jesús y la presencia constante de la Santísima Virgen como compañía maternal entrañable, son elementos que recorren toda su vida espiritual. Es un precioso legado que ha dejado a vuestro Instituto y a cada una de vosotras. Y la semilla ha fructificado y su espíritu y carisma está vivo, presente en varias naciones. Y por ello damos gracias a Dios.
No podemos olvidar quién es el que llama y la misión que pone en nuestras manos: «No me habéis elegido vosotras a mí, sino que he sido yo quien os ha elegido y os ha destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca eternamente». Toda vocación es, por sí misma, una gracia, un don, algo que se nos da, que se nos regala, sin derecho alguno por nuestra parte, sin mérito propio que lo motive y, menos aún, que lo justifique. La vocación es un gesto gratuito de predilección amorosa de Dios hacia una persona concreta. En este caso, hacia ti Hna. Nancy Verónica. La iniciativa de la llamada es siempre de Jesús, no lo olvide. Él llama a aquella que Él quiere. Y la llama para estar con Él, como discípula, y para ser enviada a proclamar el mensaje del Evangelio con un carisma concreto al servicio de la Iglesia. Además, Jesús no esconde ni disminuye las exigencias a sus discípulos. Por ello les dice: «Si alguno quiere venir siguiéndome, que se niegue así mismo, tome su cruz y me siga». Jesús subraya que el discípulo debe aceptar que se cumpla la voluntad divina en su vida.
El Evangelio que acaba de ser proclamado ilumina la realidad que estamos celebrando: los votos solemnes de la Hna. Nancy Verónica. Qué luz y profundidad cristiana encontramos en este texto.
Jesús nos pide que lo sigamos y lo imitemos en el camino del amor, de un amor que se da totalmente a los hermanos por amor a Dios: «Éste es mí mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado» (Jn 15, 12). Este «cómo» exige la imitación de Jesús, la imitación de su amor, cuyo signo es el lavatorio de los pies: «Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros» (Jn 13, 14-15). El modo de actuar de Jesús y sus palabras, sus acciones y sus preceptos constituyen la regla moral de la vida cristiana. En efecto, estas acciones suyas y, de modo particular, el acto supremo de su pasión y muerte en la cruz, son la revelación viva de su amor al Padre y a los hombres. Es el mandamiento “nuevo”: “que nos amemos los unos a los otros”. En esto conocerán todos que somos discípulos de Jesucristo: si nos amamos unos a otros». Jesús prosigue con las palabras que indican el don sacrificial de su vida en la cruz, como testimonio de un amor “hasta el extremo” (Jn 13, 1): «Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos» (Jn 15, 13).
Quiero terminar estas palabras con una breve referencia a María, la Madre del Señor y nuestra Madre del cielo, por ser ella el mejor modelo de discípula de Jesucristo y de persona consagrada, disponible en todo momento para cumplir la voluntad de Dios.
Contemplamos el momento trascendental de la Anunciación del ángel del Señor a María y su respuesta positiva y plena a la voluntad del Señor: «Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra». María, como la Hna. Nancy Verónica, escucha el deseo o designio de Dios sobre su persona y decididamente se pone en sus manos para que se cumpla la voluntad de Dios: «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad».
María se convierte en discípula de Jesús y en la Madre del Salvador. Su sí, hágase en mí la voluntad de Dios, no es sólo aceptación generosa y agradecida, sino también expresión apertura al futuro, a la esperanza confiada en Dios. Cuando pensamos en el “Sí” de María, entendemos que toda su vida quedó comprometida en su presente y en su futuro. María dirá sí, fiándose de Dios, más por confianza y fe, que por comprensión humana. Ella apenas podía entender lo que le había explicado el ángel y, sin embargo, dice “Sí” “Hágase”. No sabe bien cómo, pero lo cierto es que su corazón está inundado por una gracia y una luz especial, divina. Las palabras del ángel dan fe de ello: «Alégrate María, llena de gracia, el Señor está contigo…, No temas María porque has encontrado gracia ante Dios». La paz divina llena a la persona que se fía de Dios. María se sumerge en el misterio divino, sin pedir pruebas; se abandona plenamente en las manos de Dios y entiende que en Él encontrará la luz y la explicación a todas sus inquietudes. Y, así sucederá en tu vida Hermana Nancy Verónica, no lo dudes, vive siempre en las manos amorosas y seguras de Dios. Vive con paz y gozo tu vocación, tu carisma, con caridad y confiada en la providencia divina, inmersa en Dios, entregada a Él y a los que El ama.
El Señor llama hoy a esta Hermana a entregar la vida por el camino de la pobreza, la obediencia, la castidad y como víctima de Amor. Esta es tu vocación. Contigo pedimos al Señor que sepas vivir esta consagración con generosidad y fidelidad.
Que la Santísima Virgen María acompañe y guíe siempre la entrega generosa de la Hna. Nancy Verónica con la profesión de sus votos solemnes en la Congregación de las Hermanas Misioneras de la Caridad y la Providencia.
Ángel Fernández Collado
Obispo de Albacete