25 de diciembre de 2009
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]A[/fusion_dropcap]nte la imposibilidad de felicitaros a cada uno de los fieles cristianos y a cada familia de la Diócesis personalmente, lo hago por medio de esta carta. Recibid esta felicitación como un humilde eco de la Buena Nueva que los ángeles hicieron resonar en la serranía de Belén hace veinte siglos: “Os ha nacido hoy un Salvador, que es Cristo Señor».
El resplandor de la primera Noche Buena, que sigue iluminando el corazón de los hombres, nos invita a postrarnos ante el pesebre en silencio, como María. El Dios inefable se nos ha dado históricamente hecho niño, ofrecido en la impotencia y fragilidad de un recién nacido. Y, sin embargo, “en Él estaba la Vida y la Vida es la luz verdadera que alumbra a todo hombre… A los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios» (Jn. l, 4-l3).
Es el mismo misterio que, actualizado cada año sacramentalmente por la fuerza del Espíritu Santo, somos invitados acoger en la liturgia de la Iglesia. El misterio que proclama que somos hijos de Dios haciendo nuestro corazón vulnerable a la fraternidad universal y a reconocer el rostro del Hijo del Hombre en todos pesebres con olor a pobreza.
Que la Navidad renueve vuestro corazón, vuestra fe y vuestro amor a la Iglesia, que no sólo ha mantenido vivo el recuerdo de Jesús, sino que nos lo sigue entregando en la Palabra, en los Sacramentos y, sobre todo, en la Eucaristía como Pan de Vida.
Nos duele profundamente que la crisis económica esté golpeando a tantas familias, ensombreciendo la alegría de la Navidad. Una forma eficaz de acoge “al que viene” es abrir los brazos a la solidaridad. Que ésta llegue como una caricia de Dios a quienes están solos, a los enfermos, a los pobres, a los que no tienen trabajo, a los inmigrantes, a los encarcelados. Que todos puedan encontrar en nuestras parroquias y en nuestra Caritas su casa, la lumbre encendida y los brazos abiertos.
Que el niño de Belén traiga la bendición de Dios para todos y cada uno de los diocesanos, para todas y cada una de las familias, para sus proyectos y sus esperanzas, en estos días y en el próximo año.
¡Feliz Navidad!