10 de marzo de 2008

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Luis Salvador Ruescas en el paso previo para ser cura

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– Mi nombre es Luis Salvador Ruescas Juárez, aunque todos me conocen por Salva. Soy de Villarrobledo y hace unos días cumplí 32 años. Mis padres son Luis y Aurora, aunque mi madre hace unos años que nos sonríe desde el cielo. Soy el tercero de cuatro hermanos. Y el próximo 15 de marzo seré ordenado Diácono en la parroquia de La Asunción, de Albacete.

– ¿Cuál ha sido tu itinerario hasta llegar al Seminario?
– Llevo en grupos parroquiales desde antes de confirmarme. He sido testigo de grupos de jóvenes de las tres parroquias de Villarrobledo que iban y venían. Muchos se confirmaban y volaban, pero siempre había unos cuantos que se dejaban atraer por la vida del grupo de jóvenes… Durante varios años he tenido el lujo de compartir trabajo con seminaristas que pasaron por las parroquias de Villarrobledo. Ellos fueron alimentando mi vocación. A mí, siempre me gustaba asistir a las Órdenes de Diáconos y Sacerdotes, y conocer personalmente a los candidatos hacía tintinear la pregunta y la llamada de Jesús: “¿Y tú?… Sígueme”. El trabajo en parroquias, el testimonio de compañeros, y esa pregunta, encontraron una caja de resonancia en el silencio del grupo de oración, que se reunía semanalmente en las Carmelitas de Villarrobledo. Ellas son un tesoro.

– Por fin entraste en el Seminario…
– Sí. En el Seminario uno aprende que el seguimiento de Jesús se hace en comunidad. Allí la llamada de Jesús se enriquece en la oración, en las clases, en la convivencia, en los formadores y profesores, en el trabajo compartido… y uno se da cuenta que pertenece a una Diócesis, y que es fundamental encontrarse con los hermanos para dar sentido al trabajo y ánimo en la misión.

– Y ahora, ¿qué tareas pastorales te han encomendado?
– Este curso estoy colaborando en la comunidad de la Asunción, de Albacete. Aquí estoy empezando a aprender de verdad cómo funciona una parroquia, gracias a José Luis, Guillermo y tantas personas que viven su fe desde la participación. Acompaño la labor de las catequistas de comunión y confirmación, animo el grupo de jóvenes, y participo en las celebraciones. Además, acompaño al Sr. Obispo en algunos viajes, lo que me permite descubrir el significado de la disponibilidad de un pastor, y el esfuerzo de tantos compañeros que apuestan por llevar el Evangelio desde Albacete hasta el último rincón de la Sierra. Por último, estoy dando clases en el Colegio Diocesano. Estos alumnos, que traen en sus mochilas algo más que libros, en su humanidad enseñan de verdad el rostro de Jesús. Sin saberlo, transmiten y se ganan el cariño de los que estamos con ellos, aunque también algún dolor de cabeza.

– ¿Qué les dices a los jóvenes que leen esta página?
– Hoy Jesús sigue llamando y esa llamada es para ti; en la oración abre bien los oídos y el corazón, y descubre en el Evangelio un proyecto de vida y un amor personal, dispuesto a darlo todo por ti, y que solicita tus manos para construir el Reino.