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10 de enero de 2008

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El próximo día 17 celebramos la festividad de San Antón, patrón del Asilo de Albacete. Sor Julia es la superiora. Con ella conversamos un ratito…

– ¿A cuántos ancianos residentes atienden en el asilo?
– En estos momentos hay 97.

– Y para atender a 97 ancianos ¿cuántas monjas están?
– Somos 9, pero contamos con la ayuda de 15 voluntarios que vienen a lo largo de la semana en distintos días.

– Parece que es poca gente para tanto trabajo…
– Bueno, dados los tiempos que corren no está mal. Pero nos encantaría tener más ayuda.

– El Asilo ¿es un aparcamiento de personas mayores que se les deja y se les olvida?
– Ha habido épocas peores. Ahora parece que hay una preocupación mayor por los familiares que hay aquí, incluso se ha incrementado el número de visitas. Pero hay algunos casos…

– ¿Cuánto tiempo lleva usted en la concregación…?
– En este mes va hacer 25 años…

– ¿Cómo surgió su vocación?
– Yo veo claramente que ha sido una llamada de Dios. Yo nunca pensé en ancianos ni quise ser monja de ningún tipo. Pero acompañaba a mi hermana al Asilo de mi pueblo (Miguel Turra -Ciudad Real-) y yo me quedaba en la puerta a esperarla porque eso de entrar a ver a los viejos… pues que no me apetecía. Un día me insistieron tanto que entré.

Al ver a los ancianos tan necesitados de ser escuchados, y tan agradecidos a cualquier gesto o palabra de cariño, empecé a cuestionarme muchas cosas. Fue creciendo en mí la alegría que experimentaba al entregarme a los demás, a los ancianos. Ahora, después de tanto tiempo, me doy cuenta de que el Señor me ha buscado y que a pesar de mis resistencias Él me ha perseguido hasta convencerme y le doy las gracias con todo mi corazón.

Lo que más me llena es que al empezar cada día me ofrezco al Señor. Es como levantarte y decir voy a firmar un cheque en blanco y que el Señor ponga en él lo que quiera. Él te va dando la gracia que actúa y se manifiesta en la sencillez y en la pequeñez de mi vida y mi persona.

– ¿Hacen falta voluntarios? ¿Merece la pena ser voluntario?
– Hace falta gente. Claro que merece la pena porque todos tenemos la experiencia de que el que se da, recibe. El que se da a sí mimo recibe mucho más. Cuando te olvidas un poco de ti y te preocupas por los otros repercute en la satisfacción personal y llena tu vida de una manera inconfundible.

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