10 de julio de 2022
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]V[/fusion_dropcap]ivimos un tiempo de aparente desaparición de los jóvenes del compromiso con la vida pública. No solo en la Iglesia, también en cualquier otra institución que tiene como fin o como cauce de actuación a las personas jóvenes. Parece que el individualismo y las tecnologías los han hecho desaparecer de la vida real. Sin embargo, también hoy se descubren a personas jóvenes con compromiso con la sociedad y el bien de todos. No son muchos, pero son un número significativo de personas que actúan como fermento en la masa. Son de su tiempo y tampoco los adultos o los mayores se comprometen con los demás más que ellos. Seguramente estamos hablando de la misma proporción.
En la Iglesia pasa algo similar. Con frecuencia escuchamos que debe cuidar a los jóvenes porque ellos son el futuro de la Iglesia. Sin embargo, esa mirada no corresponde con la realidad, no son futuro. Los jóvenes son ya presente. Forman parte de la vida de la Iglesia, parte activa, comprometida, entregada. Los encuentras en innumerables presencias de oración y de adoración en parroquias, congregaciones y movimientos. Los encuentras dando catequesis, formando a los más pequeños, o formándose en el conocimiento de Jesús, del Evangelio y de su Iglesia. Los encuentras comprometidos en la acogida a los inmigrantes, en las visitas a enfermos en los grupos de Cáritas. Siempre son una minoría en la comunidad cristiana, pero que, con el paso del tiempo, ellos mismos se convierten en mayoría, mientras se sigue incorporando otra vez una minoría de gente joven.
El trato con los jóvenes exige mucho a la Iglesia. Exige una compañía que no marque el paso, sino que se acomode a su paso; que no imponga decisiones, sino que ayude en el discernimiento de la decisión más adecuada; que esté siempre cerca cuando uno cae y le ayude a levantarse; que acompañe la fiesta y la tristeza, los gozos y las sombras, las emociones y las decepciones.
La Iglesia lo sabe y se dedica a ellos en la seguridad de que son los jóvenes los mejor cualificados para la evangelización de los jóvenes. Se acerca el tiempo de descanso que es también el tiempo privilegiado para el trabajo con los jóvenes y de los jóvenes en la Iglesia. Darán comienzo los campamentos, las peregrinaciones a Santiago y entre ellas la Peregrinación Europea de Jóvenes a Santiago en la primera semana de agosto.
Comienza el tiempo de los jóvenes en la Iglesia. Ellos son el presente, un presente seguro.