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2 de julio de 2021

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Gracias Señor por nuestro sacerdote Don Gerardo Garrido Ibáñez,  mi querido tío Gerardo, que falleció el primer viernes de este mes de julio después de una vida  entregada a Dios en los hombres.

Los lazos familiares le marcaban, nos quiso mucho y nos lo supo demostrar, pero se entregó a  todos, sin distinción,  con su trato cercano, totalmente accesible, atento a las necesidades de los que se encontraban con él, ya fuesen necesidades de tipo material o espiritual.

Era imposible dar un paseo con él por Albacete sin detenerse constantemente por  el cariño que le demostraban a cada paso sus feligreses, alumnos, militares y trabajadores de la Base Aérea, amigos de toda clase y condición.

Dócil a la acción del Espíritu Santo en su vida, supo dejarse hacer y estar disponible para cualquier iniciativa de la Iglesia en la que fuese necesario. Siempre ocupado, siempre activo, y cerca de las periferias de las que nos habla hoy el Papa Francisco.

¡Qué gran amor le tenía a la Virgen María!, creo que este bien podría ser su otro apellido en el cielo, Gerardo de María, a la que siempre invocó en cada necesidad, siempre presente en su oración como su intercesora ante Dios. A ella le pidió, en un trance cercano a la muerte, que pudiese permanecer algo más en la vida para poder atender a sus padres ya mayores, la Virgen del Perpetuo Socorro le sostenía en sus brazos; así nos contaba su vivencia una vez recuperado.

El amor a Cenizate y su Abuela Santa Ana marcó también su vida; agradecido siempre a sus padres, que tan joven le enviaron al seminario, conoció también el trabajo del campo en esos veranos después de los densos estudios -‘de todo hay que hacer en esta vida’ decía -, también el amor a sus condiscípulos con los que le unía una gran amistad.

Recorriendo un poco la vida que conocí de mi tío pienso que fue el amor el hilo conductor  de esta y lo que le permitió que  fuese plena y llena de acción; incluso en su última etapa residiendo en la Casa Sacerdotal donde tan bien tratado se sintió fue para mí ejemplo de aceptación de la voluntad del Señor.