17 de enero de 2021
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¡Empeñarnos en ser misioneros!
Sacerdotes, religiosos… ser misioneros en familia. ¡Ser misioneros en la familia! Nos lo recuerda el Director Nacional de Obras Misionales Pontificias, José María Calderón, “uno de los regalos más grandes que nos dejó Jesucristo en su forma de plantearnos el discipulado es habernos hecho familia”.
CON JESÚS A NAZARET, así reza el lema de este año para esta Jornada de la Infancia Misionera, ¡SOMOS FAMILIA!
Con Jesúscomo centro y sentido pleno de nuestra vida; con el trabajo, esfuerzo, sencillez y humildad que representa Nazaret; con un verbo ser, somos, que nos asegura que cumplimos lo que decimos: Familia. ¡Familia! Somos Familia, implica pertenencia, implica comunidad, implica Iglesia, y, por tanto, como Diócesis de Albacete, implica Misión.
Y como nos recuerda la Sagrada Congregación para la Evangelización de los Pueblos, a través de nuestros diversos compromisos, hemos de tener siempre el mismo deseo fundamental que nos empuje a “ser testigos de Cristo” para la salvación del mundo.
Cada uno de nosotros, en nuestros ambientes, tendremos que dar testimonio según una justa concepción de nuestra propia vocación. Somos a la vez miembros del Pueblo de Dios y de la Ciudad terrestre, y lo somos plenamente. Es, por tanto, ante esas dos comunidades, a las cuales pertenecemos por igual, y en ellas donde nos corresponde ejercer, con plena conciencia de nuestra responsabilidad, un servicio penetrado todo él de fe y de caridad. Bautizados y enviados.
Por eso, en este momento tan crucial que está viviendo nuestro mundo, en el que la familia está siendo atacada, en el que siguen muriendo niños de hambre, en el que el miedo o las imposiciones nos hacen adormecer nuestra Fe, tenemos que volver nuestra mirada a Nazaret, allí donde se forjó nuestra vocación. Esa llamada profunda de Dios a nuestra vida, y desde ahí, según esta vocación humana y cristiana propia, sostenidos por las gracias de su estado, tenemos que colaborar al progreso terrestre temporal y al destino eterno de los hombres, en la armonía de un pensamiento y una vida unificados.
UN LEMA SIEMPRE ACTUAL.Por eso nunca pasa de moda el lema de la Infancia Misionera: “Los niños ayudan a otros niños”. Por eso seguimos ilusionados con trabajar en esa red mundial tan especial que forman niños de más de 120 países, que se forman en la misión, y son capaces de mirar con ojos nuevos este nuestro mundo. Que son capaces de sacrificio y entrega, desde su propia sencillez, ayudando a los niños más necesitados y desfavorecidos de nuestro mundo.
Aquí seguimos, año tras año ayudando a los misioneros a cubrir las necesidades de los niños, con los que comparten su día a día, pase lo que pase. Eso nos hace Familia. Gracias a la generosidad de los niños, apoyados por donantes adultos, se sostienen 2.864 proyectos infantiles en las misiones, que benefician a más de 4 millones de niños. La gran mayoría relacionadas con la educación y la salud.
Qué importante es nuestra colaboración económica y nuestra oración. Entre el esfuerzo por el progreso humano y el esfuerzo de la evangelización no hay, si se comprende bien, oposición, ni siquiera separación, sino convergencia y armonía.
El progreso integral, a partir del desarrollo material indispensable, mediante el avance cultural, debe conducir a una elevación de la conducta moral: lo precario de los individuos y de las cosas tiende a ser sobrepasado por el impulso hacia un fin supremo, para así adquirir una significación y un valor duraderos, mejor aún, eternos, para la humanidad entera (Populorum progressio, Pablo VI). Por eso, la Infancia Misionera promueve actividades misioneras en colegios y catequesis con las que educar a los niños en la fe y la solidaridad con la misión.
Recíprocamente,la evangelización, aportando la luz y la gracia de Dios y de Cristo, puede y quiere extender sus efectos, por la transformación de los corazones y de las costumbres, hasta el progreso práctico. Para que el mundo sepa que el Hijo del hombre perdona los pecados, y para significar la venida del Reino de Dios (Ad Gentes, 12), el Pueblo de Dios debe transformar de tal modo a los hombres, paralizados por tantas pasiones y tantos males, que se levanten y caminen en la fraternidad, la paz y el bienestar (Cf. Mt 9, 5-6).Los niños son capaces de Dios, y lo son desde su más temprana edad. Desde esta capacidad de conocer y encontrar a Dios en sus vidas, son capaces de la misión. Despertar el sentido misionero en los niños es primordial, ya que, desde que recibimos el bautismo, todos somos misioneros. La misión hace que crezca en los niños un espíritu de amor al prójimo, de generosidad, solidaridad y entrega que les acompañará para toda la vida.
Ojalá nos empeñemos en ser misioneros en el servicio para el progreso y en el servicio para la salvación, tal y como los niños nos enseñan.