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15 de diciembre de 2019

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Florencio Abajo Núñez es el director de la Casa de la Biblia y director general de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos. Ha estado de nuevo en Albacete para impartir el Curso de Animadores Bíblicos, en esta ocasión, sobre el Evangelio de San Mateo. Tras la lectura del evangelio de Marcos, del libro de los Hechos de los Apóstoles y el evangelio de Lucas, dentro del proyecto de lectura creyente de la Palabra de Dios, este curso se está leyendo el evangelio de Mateo.

Florencio, para conocer este evangelio contamos con la ayuda del libro “El Tesoro del Escriba”. ¿Dónde nace la inspiración para este título?      
La idea de este título parte del propio evangelista que, en un momento determinado, habla de ese escriba (o ese padre de familia) que saca del arca lo antiguo y lo nuevo. Es una forma de expresar cómo Mateo combina muy bien la tradición del pueblo judío, seguramente él es un judeo-cristiano de la segunda generación, y conoce muy bien la literatura judía, la ley de Israel, nuestro Antiguo Testamento, y es capaz de reconocer en esos libros la promesa de Dios a Israel. Al mismo tiempo, en su condición de cristiano, es un hombre que tiene una experiencia profunda de Jesús de Nazaret. Y, consiguientemente, es capaz de mostrar cómo en Jesús se cumplen todas las promesas que Dios había hecho a su Pueblo. Por eso, al sacar de ese cofre lo antiguo y lo nuevo, reconocemos a Jesús como el Mesías prometido.

¿Qué características tiene este Evangelio?           
Hay dos elementos que son muy interesantes. El primero es la temática del Evangelio, que insiste mucho en presentar a Jesús como el Mesías prometido por Dios. Por ello, el evangelista comenzará su evangelio con una genealogía en la que vincula a Jesús con Abraham (el padre del Pueblo), con David (el que recibe la promesa de generar un reinado que no tendrá fin) y, escandalosamente, con cinco mujeres (una extranjera, una prostituta, …). La otra es la propuesta que hace de reconocer en Jesús al Hijo de Dios. El propio Dios-Padre presenta, en el Bautismo y en la Transfiguración, a Jesús como su Hijo el que tiene que ser escuchado, en quien se complace. Y, paradójicamente, aquellos que quieren negar la autoridad de Jesús lo que hacen es poner en duda su condición de Hijo de Dios. Así ocurre en el relato de las tentaciones o al pie de la Cruz.

Y lo más interesante de este Proyecto es que seamos capaces de llevar el Evangelio a nuestra propia vida y que ilumine nuestro caminar.    
Este es el fundamento del Proyecto y lo que verdaderamente tiene interés. Porque lo demás serían, simplemente, estudios bíblicos. Lo interesante es establecer ese diálogo entre el texto sagrado y nuestra propia experiencia de vida. Eso lo hacían las primeras comunidades cristianas. Cuando se escribe el evangelio de Mateo, lo que hacen es actualizar, en ese Evangelio, la experiencia que tenían de Jesús de Nazareth cincuenta años antes, al momento que están viviendo esa segunda generación. Esa actualización es modelo para nosotros quienes, dos mil años después, seguimos siendo capaces de releer aquella historia y actualizarla hasta nuestra condición. De modo que, la Palabra sigue siendo una Palabra que es viva, que me interpela a mí hoy. Que es eficaz, tiene un poder transformador profundo y es una Palabra salvífica, regenera mi historia ayudándome a discernir la voluntad de Dios.

Y todo esto enriquecido con la lectura en comunidad.   
A partir del Concilio Vaticano II, en concreto en la constitución dogmática Dei Verbum, se nos insiste mucho en que la Palabra de Dios tiene que estar en el centro de la vida de los creyentes, de toda la experiencia pastoral de la Iglesia, de toda la teología y que la Lectio Divina puede ser un cauce para establecer ese diálogo entre la Palabra y el creyente. Cuando esto se hace en comunidad, en la Iglesia, realmente la experiencia es más enriquecedora. El poder escuchar con los compañeros un texto y poder expresar lo que el texto a mí me evoca, qué dificultad de mi historia va aflorando en cada pasaje, es muy saludable. Escuchar el testimonio de los demás, también lo es. En cada sesión leemos juntos el texto bíblico, lo meditamos, lo actualizamos a nuestras circunstancias particulares y lo rezamos.

Animar a nuestros lectores a que formen parte de algunos de estos grupos de Lectio Divina.
La invitación es clara. Es muy bonito reconocer cómo, en estos grupos, la incorporación de nuevos miembros, es a través “del boca a boca”. Recomiendo dedicar un tiempo, junto con otros creyentes, para ver cómo nuestra vida se va enriqueciendo con esa Palabra que el Señor de una manera misericordiosa y, totalmente, gratuita nos sigue dando a través de la Escritura.