3 de noviembre de 2019
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]G[/fusion_dropcap]racias por dejarme unas líneas para expresar un poco cuáles son los sentimientos que estos días están presentes en mi vida. Me presento, para aquel que no me conozca: soy Álvaro Picazo Córcoles, un diácono transitorio de 28 años de esta diócesis de Albacete, natural de Chinchilla y que está llevando a cabo su ministerio en las parroquias de Elche de la Sierra y Molinicos, que el próximo 9 de noviembre recibiré, de manos de nuestro Obispo, el gran regalo del Señor del orden presbiteral.
Ante este gran acontecimiento para nuestra Iglesia, para mí, para mi familia y parroquias, puedo deciros que se juntan una amalgama hermosa de sentimientos. Sentimientos muy humanos de nervios, preparar cosas y prepararse uno interiormente, así como miedos y preocupaciones por lo que Dios pone en mis pobres manos. Pero hay unos sentimientos espirituales, mucho mayores. En estos días estoy viviendo de una manera muy fuerte el cambio que se va a producir en mí, lo que el Señor va a hacer conmigo. Me va a transformar para poder transformar. Pensar que por mis manos y mis palabras Dios va a hacer que un poco de pan y vino sean el mismo Jesucristo, o que a través de mí va a perdonar los pecados de tantas personas… siento que se me escapa. Ante esto, solo puedo decir, como la Virgen María. “El Poderoso ha hecho obras grandes en mí” (Lc 1,49).
Apenas estoy cinco meses ordenado diácono y llevo poco más de un mes realizando más activamente mi ministerio en la diócesis. Y puedo decir que está siendo un periodo precioso. Conocer gente nueva, poner en práctica todo aquello que he ido aprendiendo en estos años de seminario, compartir momentos con el presbiterio diocesano, y vivir más de cerca la vida diocesana en comunión con nuestro obispo D. Ángel, que confía en mí este ministerio. Muchos me preguntan que cuántos bautizos, cuántas bodas he hecho… no puedo negar ilusionarme con estas cosas, pero más que el número quiero quedarme con la calidad… ¿Cómo los he tratado? ¿Les he acercado a Jesucristo? ¿Lo he hecho presente realmente?
También estoy viviendo la despoblación de nuestra zona serrana, la población que, cada vez más envejecida, intenta mantener viva la Iglesia en lugares en los que en algunas ocasiones en muy complicado llegar cada semana. La fe, de una manera u otra, sigue estando viva y Cristo sigue estando presente en esas pequeñas comunidades. En estas pequeñas poblaciones, donde seguimos manteniendo la presencia viva de Cristo en la Eucaristía, vemos como cada vez los jóvenes van emigrando a otros núcleos de población más grandes, con más industria, buscando un sustento, comenzar una nueva vida… y como los mayores se entristecen de ver que sus pueblos quedan vacíos, el culto cada vez se distancia más en el tiempo y el trato personal con ellos es cada vez más complicado debido a los kilómetros y al tiempo que nos separan.
Por eso, animo desde aquí a los jóvenes, seguro que alguno lo leerá, a que no cierre el oído a Dios. Nuestro Padre del cielo te ama con locura, está enamorado de ti y quiere que tú te enamores de Él. Y déjame que te diga una cosa: cuando Dios te seduce… déjate seducir, déjate llenar de su Amor, déjate llevar por caminos que no son los tuyos, por lugares que nunca pensabas que ibas a pisar. Déjate amar por Dios, Tú eres “la niña de sus ojos” eres la amada y Él es el amado. Esto no es una tontería, sí puede ser una locura. Déjate amar por Dios y atrévete a dar tu vida por Él. Como decía S. Juan Pablo II, que hace poco celebrábamos, merece la pena dar la vida por Cristo. No tengas miedo y abre de par en par las puertas de tu corazón.
Por último, invitaros a todos a que recéis por mí en estos días y, por supuesto, que acudáis todos los que podáis el próximo sábado 9 de noviembre a las once de la mañana a la Catedral de San Juan, a la ordenación, una celebración llena de símbolos, preciosa y emocionante. Y, también, invitaros a todos los que queráis acompañarme al día siguiente, domingo 10 a las siete de la tarde en mi parroquia de Santa María del Salvador de Chinchilla, en la primera misa solemne que celebraré, lo que todos conocemos como el “cantamisa”.
Un abrazo y mi oración a todos los diocesanos. Que Dios os bendiga.