30 de junio de 2019
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Álvaro Picazo Córcoles va a ser esta tarde ordenado diácono por la imposición de manos del obispo de Albacete Mons. Ángel Fernández. La celebración dará comienzo a las 19:30 h. en la Santa Iglesia Catedral.
Álvaro, preséntate.
Me llamo Álvaro Picazo, tengo 28 años y soy natural de Chinchilla. Antes de entrar al seminario, hace ya seis años, estudié magisterio en la universidad. Y fue en este periodo de estudios donde nació mi vocación.
Vengo de una familia cristiana, aunque no muy practicante, algo que por desgracia es cada vez más frecuente en nuestra sociedad. Pero, Dios se vale de cualquier persona y despierta en nosotros una llamada a la santidad, una llamada a ser sal y luz en el mundo.
¿Cómo nace tu vocación?
No podría decirte un momento concreto en el que yo sienta la llamada al sacerdocio, pero sí que puedo decirte que, desde bien pequeño, aunque yo no me daba cuenta, el Señor ya tenía pensado para mí algo grande. Y así lo he corroborado en estos últimos años, nunca ha dejado que me perdiese y me alejara de su mano.
Después de tomar la comunión fui monaguillo en la parroquia de mi pueblo, me confirmé y pasé a ser catequista y a encargarme del coro parroquial. Nunca me he desvinculado de la parroquia, aunque sí he tenido, como todo joven, momentos de rebeldía y de alejarme de la Iglesia.
En este ambiente, en varias ocasiones me habían propuesto lo de entrar al seminario, y recuerdo que fui alguna vez a los encuentros “Samuel” del Seminario Menor de Albacete. Pero nunca quise dar el paso. Hasta que un día me invitaron a una ordenación sacerdotal en la Catedral de Albacete, y hubo un símbolo que me llamó mucho la atención: la letanía de los santos. Me sorprendió como aquel joven se postraba en el suelo y todos cantábamos, puestos de rodillas, el nombre de los santos. Cada vez que hoy asisto a una ordenación se me ponen los pelos de punta en este momento.
Pues a partir de ahí fui yo el que se planteó la pregunta: “¿Por qué no ser sacerdote? Tiene que ser algo grande”. Y después de un par de años de pensarlo y de hablarlo con algún sacerdote, en una oración vocacional de esas que preparamos los seminaristas cada mes, yo escuché esta Palabra de Dios: “No sois vosotros los que me elegís a mí, soy yo el que os elige a vosotros”. Tras esto ya lo tenía claro, tenía que ser sacerdote, yo no quería, pero Dios sí, y confié en él, aunque con miedo.
Estuve un año todavía pensándolo, mientras terminaba mis estudios, y al año siguiente entré al seminario. Ya han pasado seis años de esto y ahora el Señor me regala el don del diaconado, paso previo al presbiterado.
Esta tarde serás ordenado diácono, ¿qué sientes?
Si hablamos de sentimientos humanos, muchos nervios, es normal puesto que hoy mi vida cambia, me consagro a Dios para toda la vida y felizmente digo sí a su plan en mí. Además, el Obispo confirmará la vocación que tantos años yo he estado discerniendo.
Pero si nos referimos a unos sentimientos más internos, espirituales, una gran alegría puesto que se va ha realizar en mí la obra que un día Dios comenzó en mí y que Él mismo llevará a término, como dice la liturgia de esta tarde.
Siento un gran respeto, no miedo, ante el don que se me regala, las responsabilidades de vida que me comprometo a tomar: el celibato, rezar la Liturgia de las Horas y servir a Dios en la Palabra, el Altar y la Caridad. Esto es serio, pero hermoso.
¿Qué es un diácono?
Un diácono es un servidor, la palabra girega diakonía significa eso, servicio. Es el primero de los grados del sacerdocio, es un ministerio de la Iglesia y para la Iglesia, es decir para todos los bautizados.
El Vaticano II nos enseñó el puesto del diaconado dentro de la jerarquía, servidora en su naturaleza, y propuso dos modos de ser diácono, el diaconado permanente (puede ser un casado) y el diaconado como paso previo al presbiterado, que es mi caso.
Si lo reducimos a algo funcional, lo único que hace el diácono es bautizar, enterrar, casar, y leer el Evangelio en la misa. Pero el diaconado es algo más, es vivir el servicio, la caridad, vivir la evangelización en estado puro, puesto que es mi deber ser servidor de la Palabra, llevar a los demás el Pan de vida, llevarlos a Cristo, y por supuesto cuidar de los más necesitados, visitar enfermos, y practicar la caridad, es decir, llevar a los demás el Amor de Dios que nos ha demostrado en el sacrificio de su Hijo Jesucristo.
Después seguirá el camino al presbiterado ¿cuáles son los pasos que ahora te esperan?
Ahora me quedan unos meses de servicio a la Iglesia, de aprender, de seguir formándome, de hacer lo que mi Obispo me pida, estando a su disposición y sirviendo en nuestra Diócesis de Albacete, ya que el diácono también está al servicio de su Obispo.
¿Qué le dirías a un joven que se está planteando la vocación sacerdotal?
Simplemente le diría lo mismo que a mí me dijo Jesús un día a través de su Evangelio: “no sois vosotros los que me elegís a mí, soy yo el que os elige a vosotros”. No tengas miedo, vale la pena entregarle tu vida a Cristo. Él solo quiere tu felicidad, y aunque a ti no te guste lo que te propone, no lo dudes, dile sí, Cristo te ama, ya murió por ti y no te abandona.
Dicen que son muchas las cosas a las que hay que renunciar cuando uno decide seguir al Señor, y es verdad, pero poca gente dice que es más lo que Él te regala que lo que tú dejas, porque Dios sólo sabe regalar, sólo sabe darnos cosas buenas. No lo dudes y síguele.
¿Algo más que añadir?
Por último, pedirte a ti que estás leyendo esto que, esta tarde si puedes acudas a la celebración, no solo por mí, sino para unirte a la alegría de nuestra Diócesis de Albacete que va a tener un nuevo diácono en su seno, celebra la alegría de esta Iglesia diocesana. Y si te lo impide el tiempo o la distancia, al menos acuérdate esta tarde de mí, y eleva una oración por mí y para que el Señor siga enviando operarios a su mies.